Una voz suave, de mantequilla.
Un lomo de armiño, enredado en rosas.
Unas manos que abrazan, como el árbol.
Una sonrisa abierta, de fruta.
Una piel como el desierto de los Tártaros.
Otra voz, que acaricia a la primera.
Las rosas, adormecidas en tu lomo.
El árbol fuerte, que no descansa.
La sonrisa abierta al mundo.
Un desierto de piel que cubre la cama.
La voz, el armiño, la rosa.
Tus manos, el árbol, la fruta.
La piel, el desierto, tu cama.