(CUIDADO!!! SPOILERS TOTALES EPISODIO VII STAR WARS)
Siempre es un placer ver volar al Halcón Milenario. Ver a ese carguero destartalado seguir resistiendo el paso de los años. Verlo caer una y otra vez como un ave herida y en el mismo acto, remontar el vuelo. Hacerle saltar al hiperespacio con desenfado y recorrer sus pasillos, sentarse en la cabina, apretar botones y botones, abrazarlo y querer vivir en él, comer en él, dormir en él e incluso ¿por qué no? morir en él si la batalla lo exige. A Lando le gustaba la idea. A Chewie tampoco le habría desagradado. A Han… (Pausa necesaria) De igual modo, siempre es un placer ver a las tropas de asalto con sus relucientes plásticos saltar a la batalla. Siempre es un placer ver a los cazas X desplegar sus alas y a la densa población de máquinas y robots hacerte imaginar que otro universo es posible.
Siempre es un placer ver volar al Halcón Milenario. Ver a ese carguero destartalado seguir resistiendo el paso de los años. Verlo caer una y otra vez como un ave herida y en el mismo acto, remontar el vuelo. Hacerle saltar al hiperespacio con desenfado y recorrer sus pasillos, sentarse en la cabina, apretar botones y botones, abrazarlo y querer vivir en él, comer en él, dormir en él e incluso ¿por qué no? morir en él si la batalla lo exige. A Lando le gustaba la idea. A Chewie tampoco le habría desagradado. A Han… (Pausa necesaria) De igual modo, siempre es un placer ver a las tropas de asalto con sus relucientes plásticos saltar a la batalla. Siempre es un placer ver a los cazas X desplegar sus alas y a la densa población de máquinas y robots hacerte imaginar que otro universo es posible.
El Episodio VII
fue un caballo ganador mucho antes de comenzar la carrera: Por pedigrí; por
añeje. Por alimentación y por entrenamiento. Cuando Disney lanzó el proyecto, sabía muy bien lo que se estaba jugando
en la carrera. Grandes efectos especiales. Grandes trajes y diseños. Naves y
robots, nuevos y antiguos, renovados y retocados con gran gusto. Grandes
planos, aunque algunos de ellos sean más pictóricos que cinematográficos,
grandes batallas y nuevas armas con las que defender tus ideas (el lanzallamas del
Flametrooper es realmente
terrorífico). Hay personajes que funcionan ciertamente bien como Rey, excepto cuando interactúa con Finn que la convierte en un trozo de
queso derretido con azúcar y chocolate por encima, Han Solo (Of course), Poe Dameron, aunque nos quedemos con
ganas de más y su pequeño juguete esférico de color naranja. Otros están
claramente desaprovechados como el Capitán Phasma
y el personaje que interpreta el grandísimo actor Domhnall Gleeson. Otros son directamente irritantes y prescindibles
como el ñoño de Finn y el “hijo” de Han Solo y Leia (no el hijo de un butanero húngaro y Leia) que sobreactúa en un intento bobo de querer retomar la lucha
interna de Anakin (Hayden Christensen) de los primeros tres
episodios. A nadie se le escapa que el guión fusila en gran parte la historia y
las ideas del Episodio IV (1977), en un alarde de rebañar lo bueno que aquel
tenía y ponérnoslo otra vez en el plato. Y por supuesto, con la edad que
tenemos, nos lo hemos zampado sin rechistar. En castellano, en versión
original, en 3D y en IMAX, si se nos pone a tiro. Antes era la Estrella de la Muerte.
Ahora es el Estrellote de la Muerte. Antes era R2, ahora es mini R2. Antes
queríamos los planos robados y ahora buscamos un mapa perdido. Los granjeros “underdogs” siguen teniendo su destino
ligado a La Fuerza. Y los paisajes desierto-bosque-Groenlandia-Times Square nocturno siguen estando a
la orden del día.
Aun con todo ya
decidido y prefijado, hay bastantes preguntas sin respuesta y algunos cuasi-Deus Ex-machina que no dejan de
sorprender: Rey sabe pilotar el
Halcón y Finn sabe combatir con sable
láser en sus primeros intentos y sin leer siquiera las instrucciones. Finn y Poe se conocen de nuevas pero “La Amistad” es intensa en ellos. El
pequeño BB8 está programado para cumplir su misión pero Finn le convence con un par de frases de que mienta por él y le
ayude a continuar con su farsa aun sabiendo que puede peligrar su misión ahora
que sabe que frente a él tiene a un soldado de asalto de la Primera Orden,
cobarde, traidor y experto en deserciones. Es decir: todo un tipo en el que
puede que confiar. La vieja del bar lo sabe todo sobre Luke, Rey y el sable láser
pero no quiere compartirlo con el espectador. Finn decide irse con dos tipos que no conoce de nada y por motivos
que rompen de nuevo el ritmo de la historia (Finn es un personaje bastante depresivo per sé). El Estrellote de la Muerte es más grande que el Primark de Gran Vía pero eso no es óbice
para que Han y Finn se topen en un pasillo cualquiera con Rey, tras haberla visto escalando a través de un cristal. R2 está
hibernando y deprimido desde que Luke
se fue y un buen día se despierta del mismo modo que Forrest Gump dejó de correr y decide ayudar al resto de personajes
mostrando dónde está su amo y por supuesto sin explicar en ningún momento por
qué el mapa estaba dividido en dos partes. C3 PO es más amable y sí nos regala innecesarias
apreciaciones diciendo que ese brazo rojo no es de él y que en breve tendrá que
ir al chapista. Me detengo aquí. Porque realmente cansa relatar los fallos
lógicos de un guión que no tiene historia.
En otro orden de
cosas, veo muchos guiños a la trilogía original. Continuos y constantes. Guiños
que hacen saltar recuerdos agradables en el espectador entrado en años. Las naves,
los robots, algunas frases pronunciadas por los personajes más veteranos… Pero
yo no quiero guiños. No son necesarios. Es el Episodio VII. Es la continuación
de la saga original. No debe haber guiños. Yo lo que quiero es que continúen
con la historia. Eso es lo que significa rodar un séptimo episodio de algo. Yo
salí del cine en 1983 con la convicción de que la República había sido restaurada,
el Imperio derrotado y La Fuerza había devuelto el equilibrio a la galaxia. Y
ahora me siento de nuevo en la butaca y el preámbulo me cuenta que los rebeldes
lo siguen siendo, que Luke y Han están desaparecidos, que la victoria
no sirvió para nada y que el Imperio ha mudado de nombre pero sigue sin tener
problemas para encontrar financiación, poder, armas, tecnología, soldados,
uniformes y una flota de naves de última generación. Entonces, ¿estoy viendo el
Episodio VII o el Episodio XII? ¿Qué es lo que me he perdido desde que me
levanté de la butaca en aquel año de 1983? ¿Por qué debo conformarme con una
leve explicación escrita donde me dicen que todo está peor que cuando vivían el
Emperador y Vader? ¿Su palabra debe
bastarme? ¿Tan poco respeto queda hacia el espectador? Quizás hubiese sido más
interesante ver de nuevo la reconstrucción del Imperio. Los poderes fácticos
que no quieren una República fuerte y que siguen financiando a “los malos” a espaldas
de la general Leia Organa. Quizás ese
sí hubiese sido un Episodio VII. Quizás alguien me comenta que esto queda bien
explicado en “los libros”, en “los comics”, en las series de televisión... Pero
yo no quiero libros ni comics. Yo quiero cine. Porque cine es lo que fui a ver.
Porque cine es lo que me regaló este universo allá por 1977. No quiero excusas.
Quiero cine. No quiero guiños a la primera saga. Quiero continuación de la
primera saga. Si no, que no lo llamen Episodio VII. Que lo llamen de cualquier
otra manera.
Pero eso no es lo
peor ni mucho menos. Lo peor de todo es Disney:
Star Wars no es una saga para
adolescentes. Nunca lo fue. Ni siquiera en la trilogía nueva. Con Disney esto ha cambiado y, por tanto, ha
desvirtuado su mundo, sus premisas y su esencia. Incluso con Jar Jar, Lucas creó un estúpido bufón
pero nunca al servicio de los teenagers.
Este guión del Episodio VII está plagado de ñoñerías al estilo Disney Channel y simplemente no es
aceptable. Disney (o Abrams o Lucasfilm)
se ha atrevido a algo que a todas luces era impensable: hacer un reboot de tapadillo, con guiños a la
saga antigua. Incluso yo, cuando fui de pequeño a verlas en el cine, entendía
viendo El Imperio Contraataca que
estos personajes lo estaban pasando mal; estaban sufriendo pero a pesar de ello
tenían siempre un momento para lanzar algún chiste o acogerse a alguna
esperanza. No eran películas para niños ni para adolescentes, tenían diálogos duros
y acciones malvadas pero un niño de menos de diez años era perfectamente capaz
de entenderlas. Ahora un personaje se cae al suelo y su compañero le pregunta
siete veces si se encuentra bien y luego le quiere llevar de la mano como si
fuera un bebé, en un intento soso (ya que va destinado al público adolescente) de
reivindicar la autosuficiencia femenina y el protagonismo de las minorías sociales
y/o raciales. Entonces, se puede deducir con pleno derecho que la intención
ulterior de Disney es impregnar a las
generaciones jóvenes, que mañana serán las futuras, con el espíritu y las
mercaderías de la saga y no mantener intacta la infancia de aquellos que las
vimos en el cine, pues nosotros ya estamos abducidos y mierda nos dan, mierda
nos comemos.
Y para terminar
de destripar el filme y con él destriparme a mí mismo y a mi infancia, es
obligatorio hablar de la muerte de Han
Solo; de la muerte de uno de los personajes más carismáticos y queridos (junto
con Indiana Jones y compartiendo
muchos puntos en común) de toda la historia reciente de nuestro cine. Matar a Han no es épico. No es necesario en la
historia (nada de Freud “matando” al
padre). No cierra ningún círculo lógico. Es ridículo. Es injusto. Es casi
prevaricación. Es destrozar y tirar al suelo la infancia de millones de niños
que como yo, crecimos pensando que un mundo mejor era posible. Con Han vivo en nuestras retinas, sus
aventuras eran interminables. La silueta de su Halcón se dibujaba en la mayoría
de las noches estrelladas con solo mirar al cielo. El universo era basto y más
golfo y divertido con su presencia. La esperanza y su llama de un universo más
justo, la sostenían personajes como él. Han
no merecía morir aunque muriese. Y el resto no merecíamos ver su muerte, ni
para llorarlo ni para abandonar de repente nuestra niñez y entrar de golpe en
el invierno más helado de todos. Con Han
Solo, han muerto bastantes millones
de niños grandes y sus pequeños corazones. Nadie tenía derecho a matarle. Ni Ford, ni Abrams, ni Disney.
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