Entre dos grandes abrazos de hierro.
El uno romo el otro estúpidamente afilado.
Un mundo de agua, ligero y horadado.
Otro de arena, caliente, pesado, cierto.
Dos sonrisas paralelas que cortan; como tijeras.
Pinzado entre los muertos, espero
a que el calor se vaya e inunde
el desierto con agua fresca, luego de ayuda,
para pasar abrazados a la eternidad
de un momento solo, quizás si arde;
rematadamente bobo. Pinzado como el que
escucha cobarde, el único remedio a la verdad.
Si ahora irme o quedarme, entre estas dos tierras
tan secas como la memoria de los gigantes.
Pues humano soy, tanto como pequeño.
Y me vienen grandes las ciudades.
sábado, 30 de julio de 2016
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