Es tan fuerte el deseo que
apayasa la lógica. Deja
en mí una mueca tonta,
blanda y sedienta.
Amansa mi voluntad,
la aplasta, la purulenta.
Me lleva volando a un paraíso
tan caliente como el infierno.
Tengo la mano cerca
del cuerpo de la otra persona
y al tiempo tan lejos,
pues no existo sin reventar.
Pasan las personas como
fotos repartidas por mensajeros
ciegos, por despensas vacías,
por niños sonrientes y harapientos.
Y el tiempo pasa, sin nada pasar.
El deseo, como mugre, queda solo
en eso: En una mano que haya dejado
huella en un sucio cristal. De deseo.
viernes, 12 de agosto de 2016
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario