Cobalto
en la piel y seiscientas
noventa
razones para naufragar. Salir
volando
por las azoteas
entre
dos mundos. Uno
que casi no está y otro
que
todavía no comprendo.
Silente,
como la furia del mar
cuando
nadie se presta a escuchar.
Furiosa como emperatriz de cristal
que
comanda ejércitos de arena
entre
dos inteligencias: Una
fabricada
con sal y otra
esperando
a ser devuelta.
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