El cocinero sordo escuchó al pescado
decir a la lechuga que había hablado
con el mudo estofado en la cocina
hirviendo mientras cantaba un fado.
Y no es por menos que a su lado
la ropa vieja tendida al fuego
sostenía impúdica frente al cordero
que no era fritanga sino asado.
Que al soplar sobre la tabla rala
el cebollino y la cebolla hablan
picando el uno al otro. El comino
parece ser que no le importa nada.
Colorete y colorado amargo.
Cordero, cebolla, lechuga, estofado.
Todos con prisas. Cada cual por su lado.
Y este cuento frugal se ha acabado.
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