Pensar que nací para dar un grito.
Dejar la tierra extendida en el suelo.
Esperar a que crezca una brizna
para cortar después tu pelo.
Sonrojo de agua tibia, caliente, quemada.
Dedos que tocan, templados y fríos.
Pensar que nací contrario, cojo, gastado,
para correr desnudo riendo contigo.
No son las cosas que debo ni pienso.
Ni siquiera un murmullo o lamento.
Pensar que nací obscuro y perdido para
morir después por mostrar lo que siento.
lunes, 23 de febrero de 2015
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