martes, 29 de diciembre de 2015

lunes, 28 de diciembre de 2015

SOLO HA MUERTO



(CUIDADO!!! SPOILERS TOTALES EPISODIO VII STAR WARS)

Siempre es un placer ver volar al Halcón Milenario. Ver a ese carguero destartalado seguir resistiendo el paso de los años. Verlo caer una y otra vez como un ave herida y en el mismo acto, remontar el vuelo. Hacerle saltar al hiperespacio con desenfado y recorrer sus pasillos, sentarse en la cabina, apretar botones y botones, abrazarlo y querer vivir en él, comer en él, dormir en él e incluso ¿por qué no? morir en él si la batalla lo exige. A Lando le gustaba la idea. A Chewie tampoco le habría desagradado. A Han… (Pausa necesaria) De igual modo, siempre es un placer ver a las tropas de asalto con sus relucientes plásticos saltar a la batalla. Siempre es un placer ver a los cazas X desplegar sus alas y a la densa población de máquinas y robots hacerte imaginar que otro universo es posible.

El Episodio VII fue un caballo ganador mucho antes de comenzar la carrera: Por pedigrí; por añeje. Por alimentación y por entrenamiento. Cuando Disney lanzó el proyecto, sabía muy bien lo que se estaba jugando en la carrera. Grandes efectos especiales. Grandes trajes y diseños. Naves y robots, nuevos y antiguos, renovados y retocados con gran gusto. Grandes planos, aunque algunos de ellos sean más pictóricos que cinematográficos, grandes batallas y nuevas armas con las que defender tus ideas (el lanzallamas del Flametrooper es realmente terrorífico). Hay personajes que funcionan ciertamente bien como Rey, excepto cuando interactúa con Finn que la convierte en un trozo de queso derretido con azúcar y chocolate por encima, Han Solo (Of course), Poe Dameron, aunque nos quedemos con ganas de más y su pequeño juguete esférico de color naranja. Otros están claramente desaprovechados como el Capitán Phasma y el personaje que interpreta el grandísimo actor Domhnall Gleeson. Otros son directamente irritantes y prescindibles como el ñoño de Finn y el “hijo” de Han Solo y Leia (no el hijo de un butanero húngaro y Leia) que sobreactúa en un intento bobo de querer retomar la lucha interna de Anakin (Hayden Christensen) de los primeros tres episodios. A nadie se le escapa que el guión fusila en gran parte la historia y las ideas del Episodio IV (1977), en un alarde de rebañar lo bueno que aquel tenía y ponérnoslo otra vez en el plato. Y por supuesto, con la edad que tenemos, nos lo hemos zampado sin rechistar. En castellano, en versión original, en 3D y en IMAX, si se nos pone a tiro. Antes era la Estrella de la Muerte. Ahora es el Estrellote de la Muerte. Antes era R2, ahora es mini R2. Antes queríamos los planos robados y ahora buscamos un mapa perdido. Los granjeros “underdogs” siguen teniendo su destino ligado a La Fuerza. Y los paisajes desierto-bosque-Groenlandia-Times Square nocturno siguen estando a la orden del día.

Aun con todo ya decidido y prefijado, hay bastantes preguntas sin respuesta y algunos cuasi-Deus Ex-machina que no dejan de sorprender: Rey sabe pilotar el Halcón y Finn sabe combatir con sable láser en sus primeros intentos y sin leer siquiera las instrucciones. Finn y Poe se conocen de nuevas pero “La Amistad” es intensa en ellos. El pequeño BB8 está programado para cumplir su misión pero Finn le convence con un par de frases de que mienta por él y le ayude a continuar con su farsa aun sabiendo que puede peligrar su misión ahora que sabe que frente a él tiene a un soldado de asalto de la Primera Orden, cobarde, traidor y experto en deserciones. Es decir: todo un tipo en el que puede que confiar. La vieja del bar lo sabe todo sobre Luke, Rey y el sable láser pero no quiere compartirlo con el espectador. Finn decide irse con dos tipos que no conoce de nada y por motivos que rompen de nuevo el ritmo de la historia (Finn es un personaje bastante depresivo per sé). El Estrellote de la Muerte es más grande que el Primark de Gran Vía pero eso no es óbice para que Han y Finn se topen en un pasillo cualquiera con Rey, tras haberla visto escalando a través de un cristal. R2 está hibernando y deprimido desde que Luke se fue y un buen día se despierta del mismo modo que Forrest Gump dejó de correr y decide ayudar al resto de personajes mostrando dónde está su amo y por supuesto sin explicar en ningún momento por qué el mapa estaba dividido en dos partes. C3 PO es más amable y sí nos regala innecesarias apreciaciones diciendo que ese brazo rojo no es de él y que en breve tendrá que ir al chapista. Me detengo aquí. Porque realmente cansa relatar los fallos lógicos de un guión que no tiene historia.

En otro orden de cosas, veo muchos guiños a la trilogía original. Continuos y constantes. Guiños que hacen saltar recuerdos agradables en el espectador entrado en años. Las naves, los robots, algunas frases pronunciadas por los personajes más veteranos… Pero yo no quiero guiños. No son necesarios. Es el Episodio VII. Es la continuación de la saga original. No debe haber guiños. Yo lo que quiero es que continúen con la historia. Eso es lo que significa rodar un séptimo episodio de algo. Yo salí del cine en 1983 con la convicción de que la República había sido restaurada, el Imperio derrotado y La Fuerza había devuelto el equilibrio a la galaxia. Y ahora me siento de nuevo en la butaca y el preámbulo me cuenta que los rebeldes lo siguen siendo, que Luke y Han están desaparecidos, que la victoria no sirvió para nada y que el Imperio ha mudado de nombre pero sigue sin tener problemas para encontrar financiación, poder, armas, tecnología, soldados, uniformes y una flota de naves de última generación. Entonces, ¿estoy viendo el Episodio VII o el Episodio XII? ¿Qué es lo que me he perdido desde que me levanté de la butaca en aquel año de 1983? ¿Por qué debo conformarme con una leve explicación escrita donde me dicen que todo está peor que cuando vivían el Emperador y Vader? ¿Su palabra debe bastarme? ¿Tan poco respeto queda hacia el espectador? Quizás hubiese sido más interesante ver de nuevo la reconstrucción del Imperio. Los poderes fácticos que no quieren una República fuerte y que siguen financiando a “los malos” a espaldas de la general Leia Organa. Quizás ese sí hubiese sido un Episodio VII. Quizás alguien me comenta que esto queda bien explicado en “los libros”, en “los comics”, en las series de televisión... Pero yo no quiero libros ni comics. Yo quiero cine. Porque cine es lo que fui a ver. Porque cine es lo que me regaló este universo allá por 1977. No quiero excusas. Quiero cine. No quiero guiños a la primera saga. Quiero continuación de la primera saga. Si no, que no lo llamen Episodio VII. Que lo llamen de cualquier otra manera.

Pero eso no es lo peor ni mucho menos. Lo peor de todo es Disney: Star Wars no es una saga para adolescentes. Nunca lo fue. Ni siquiera en la trilogía nueva. Con Disney esto ha cambiado y, por tanto, ha desvirtuado su mundo, sus premisas y su esencia. Incluso con Jar Jar, Lucas creó un estúpido bufón pero nunca al servicio de los teenagers. Este guión del Episodio VII está plagado de ñoñerías al estilo Disney Channel y simplemente no es aceptable. Disney (o Abrams o Lucasfilm) se ha atrevido a algo que a todas luces era impensable: hacer un reboot de tapadillo, con guiños a la saga antigua. Incluso yo, cuando fui de pequeño a verlas en el cine, entendía viendo El Imperio Contraataca que estos personajes lo estaban pasando mal; estaban sufriendo pero a pesar de ello tenían siempre un momento para lanzar algún chiste o acogerse a alguna esperanza. No eran películas para niños ni para adolescentes, tenían diálogos duros y acciones malvadas pero un niño de menos de diez años era perfectamente capaz de entenderlas. Ahora un personaje se cae al suelo y su compañero le pregunta siete veces si se encuentra bien y luego le quiere llevar de la mano como si fuera un bebé, en un intento soso (ya que va destinado al público adolescente) de reivindicar la autosuficiencia femenina y el protagonismo de las minorías sociales y/o raciales. Entonces, se puede deducir con pleno derecho que la intención ulterior de Disney es impregnar a las generaciones jóvenes, que mañana serán las futuras, con el espíritu y las mercaderías de la saga y no mantener intacta la infancia de aquellos que las vimos en el cine, pues nosotros ya estamos abducidos y mierda nos dan, mierda nos comemos.

Y para terminar de destripar el filme y con él destriparme a mí mismo y a mi infancia, es obligatorio hablar de la muerte de Han Solo; de la muerte de uno de los personajes más carismáticos y queridos (junto con Indiana Jones y compartiendo muchos puntos en común) de toda la historia reciente de nuestro cine. Matar a Han no es épico. No es necesario en la historia (nada de Freud “matando” al padre). No cierra ningún círculo lógico. Es ridículo. Es injusto. Es casi prevaricación. Es destrozar y tirar al suelo la infancia de millones de niños que como yo, crecimos pensando que un mundo mejor era posible. Con Han vivo en nuestras retinas, sus aventuras eran interminables. La silueta de su Halcón se dibujaba en la mayoría de las noches estrelladas con solo mirar al cielo. El universo era basto y más golfo y divertido con su presencia. La esperanza y su llama de un universo más justo, la sostenían personajes como él. Han no merecía morir aunque muriese. Y el resto no merecíamos ver su muerte, ni para llorarlo ni para abandonar de repente nuestra niñez y entrar de golpe en el invierno más helado de todos. Con Han Solo, han muerto bastantes millones de niños grandes y sus pequeños corazones. Nadie tenía derecho a matarle. Ni Ford, ni Abrams, ni Disney